10 de junio de 2006

Sociedad plural, política plural.

(Chris Jordan: “Bi-polar”)

Supongamos que en Cataluña existe una sociedad diversa y compleja pero que el pluralismo político es reducido no por falta de partidos, sino por la colusión de intereses entre los mayoritarios, tanto los del gobierno autonómico como el de refresco (CiU) Ese paisaje político uniforme se ha trasladado a una cultura politica gris impuesta unilateralmente desde las instituciones, tanto de gobierno como de sus apoyos económicos, mediáticos y ciudadanos, activos o condescendientes.

1. Hay dos ámbitos de intervención pública y de relación del ciudadano, el social y el parlamentario / político profesional. Por supuesto, en ambos se debaten asuntos políticos y existe una diversidad política en el social que no tiene correlato en el parlamentario. Sin este supuesto de partida el razonamiento sobra porque, o bien el ámbito social no tiene atributos políticos, o bien no es diverso, luego la hipotética correlación con el campo parlamentario es indiferente.

2. Supongo también que diversidad y complejidad son condiciones de una sociedad avanzada mientras que pluralismo político es su forma de ejercicio en este ámbito (político en sentido estricto, clase política)

3. El cuerpo social transfiere la decisión política al parlamentario (o político profesional) mediante el voto, pudiendo rescindirle el contrato (o mejor, cambiar de contratista) si éste último se apropia indebidamente de él. Esto es lo que creo ha sucedido en la vida pública catalana. La casi unanimidad parlamentaria catalana en el proyecto de reforma del Estatuto ha decretado la uniformidad social. En ese diktat está el robo: “el Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido de forma ampliamente mayoritaria a Cataluña como Nación” dice que Cataluña es una nación.” (Preámbulo del proyecto de reforma del Estatuto)

4. Unanimidad no es uniformidad. Aquí hay un sesgo dictatorial: la unanimidad parlamentaria pretende definir la uniformidad social, con lo que a la sociedad no le queda más salida que impugnar tal supuesta correlación votando en contra no ya del Estatuto, sino de la transferencia vitalicia de su capacidad de decisión al político. Es decir, pidiendo que la clase política, convertida en oligarquía en un momento histórico, devuelva la soberanía CULTURAL a la sociedad, ya que esa cultura política es común y compleja por naturaleza o no es. Una cadena de transmisión sociedad – clase política – cultura política, que hay que romper con el voto y con actos políticos (fundación de CdC) que recuperen el pluralismo en esos distintos ámbitos.

5. Último factor: la posible indiferencia en forma de alta abstención. La indiferencia es una forma pasiva, o inversa, de uniformidad.

Veremos qué sucede.