2 de febrero de 2007

La Ciudad soy Yo

(Torre AGBAR, Jean Nouvel)

Cuando terminan temporalmente las guerras entre las ciudades-estado griegas, en el siglo V a.C., la prosperidad que permite la seguridad y el aumento de la población que le sigue llevarán a Pericles a destinar una parte de los tributos recaudados a las demás ciudades a la reconstrucción de Atenas. El progreso técnico y la sustracción de recursos de la guerra a fines civiles completan el cuadro para la explosión del arte y la arquitectura: se inventa el frontón triangular, las metopas cuadradas, nuevas formas de columnas –con el añadido del ilustrado friso jónico a las austeras y funcionales dóricas- y cariátides (se adornan los apoyos a los frontones, se sigue velando la función con el adorno) y... la planificación urbana. El paso de aldea a comunidad, de supervivencia a acumulación de excedentes, produce una concentración de talentos, artísticos y dinerarios. La asamblea de ciudadanos libres organiza la ciudad y ésta organizará por extensión la vida de cualquier tipo de ciudadano. El templo conmemora a héroes, dioses y tumbas. La arquitectura simboliza el nuevo poder y trasciende su origen religioso. Supera tótem y tabú y celebra una vida liberada de la incertidumbre de la guerra. Desarrolla una función no sólo simbólica sino hipnotizadora del ciudadano, aproximándole a sus dioses y próceres: el Partenón se construye con ilusiones ópticas conseguidas con una ligera inclinación hacia el interior de sus columnas, describiendo una línea convexa que las hace parecer más grandes. Pero el arte se hace también laico con Fidias al independizar las estatuas del templo. Esa separación simboliza el inicio de la autonomía del individuo respecto al destino divino, tribal o bélico Surge el ciudadano y una nueva cultura estimulada por el nuevo trazado urbano y organización del espacio.

(Figuración de la Torre de Puerta de Triana,
Sevilla, proyecto de César Pelli)

De la expansión urbana y humana en el origen del arte a su última y actual misión: la huida compulsiva e inútil de la confusión, su ansia por diferenciarse, quedando los edificios en señuelos de la identidad y el progreso perdidos. De Ictino -arquitecto del Partenón- y Calícrates -su constructor- a Jean Nouvel, diseñador de la torre Agbar en Barcelona y a César Pelli, "arquitecto de alturas". La ilusión del individuo por ser diferente es la necesidad –mostrada como pasión- del edificio por ser radicalmente distinto a su vecino, prescindiendo de cualquier relación con su entorno y descartado previamente todo propósito de armonía o integración. La arquitectura de la imagen es la arquitectura de la diferenciación. No es tanto el arquitecto-estrella como el edificio-estrella. Sin embargo, se mantiene la original dimensión simbólica de la obra arquitectónica, sólo que cambia lo representado: del poder al parecer, del conmemorar al reclamar, de la ciudad a Narciso.

Se mantiene esa condición simbólica sin la que la arquitectura es inconcebible, a pesar del siguiente dictamen: “La historiografía arquitectónica ha sido inmisericorde con el Movimiento Moderno y su correlato en el llamado ‘estilo internacional’ por cometer dos pecados capitales: la descontextualización, esa uniformidad estilística y formal que, haciendo abstracción completa de las condiciones físicas del lugar, permitía que cualquier edificio pudiera colocarse en cualquier parte. Y el segundo, el desprecio a la dimensión simbólica de la arquitectura, sometida al dictado de la cruda funcionalidad.

(Figuración de la Torre Iberdrola de César Pelli,
a construir en Bilbao)

La paradoja es que los movimientos posteriores, pendulares y contrarios a los excesos del funcionalismo y la internacionalización, esto es, el posmodernismo y el deconstructivismo, en su afán de personalización de la obra arquitectónica, dieron como resultado una forma de internacionalización aún mayor: la de los arquitectos-estrella férreamente vinculados no ya a la dimensión simbólica que reclamábamos, sino a su preponderante condición de publicistas, creadores de logos y de imágenes.” (Salvador Moreno Peralta, “El Lugar soy Yo”)

Sólo la arquitectura en serie unida al desarrollo económico acelerado y subordinada a nuevas funciones de habitación y modos de vida urbana -ese urbanismo y arquitectura clónicos e indiferenciados de los 60-70, por ejemplo-, eludió su función simbólica. Pero la conmemoración y recreación del poder se impone. Y la función de disciplinar a grandes masas de población urbana con relaciones económicas, lúdicas y comunitarias complejas, continua con el circo del edificio-logo y el arquitecto-marca. Los logos de las grandes corporaciones como BBVA o el más reciente de Aguas de Barcelona, a los que se suceden las peregrinaciones laicas.

Recuerda, oportunamente ante tanta desazón, el crítico británico William J. R. Curtis: “La arquitectura es un extraño fenómeno que funde ideas, formas, mitos y espacios poéticos. Imágenes y materiales, función y estructura, pasado y presente". Y la tercera derivada, la que da volumen físico a la experiencia sensible pero físicamente plana de la pintura, el texto o la fotografía, la posibilidad de diferenciarse de esas artes a través de su percepción distinta y de la intromisión en el espacio arquitectónico: " La arquitectura atrae a todos los sentidos, y afecta tanto a la mente como al cuerpo; está inmersa en la existencia cotidiana, en los recuerdos personales y colectivos. La gente debería ir y experimentar directamente los edificios, sus emplazamientos, sus espacios, el despliegue de sus secuencias, los cambios de la luz y el ambiente. Al final, hay que permitir que la arquitectura hable por sí misma".

“Música congelada”, define poética y precisamente Schopenhauer a la arquitectura, a lo que añado –robando el sentido original de lo dicho por Kierkegaard - “de un tiempo sin tiempo”.

Etiquetas:

8 Comentarios:

Anonymous Anónimo escribió...

Bart: empezando por el principio. El paso de las tribus a los estados se considera por algunos (Sloterdijk entre ellos) la civilización, es decir hacer ciudad a partir del civis, ciudadano. Pero la ciudad como nos recuerda Horacio Capel tiene varias facetas, y por ello mismo resulta compleja su caracterización y definición. La ciudad es al mismo tiempo la urbs, la civitas y la polis. Es, en efecto, en primer lugar, el espacio construido, lo que posee características morfológicas (los edificios, las calles...) lo que los romanos designaban con la expresión urbs. Pero es también una realidad social y económica constituida por los ciudadanos que viven en la ciudad, a lo que los romanos aludían con el término civitas. Y finalmente es la unidad administrativa, el municipio y el área metropolitana, es decir aquello a lo que los griegos se referían al hablar de la polis. Abordar la ciudad significa referirse a la vez a sus dimensiones físicas, sociales y políticas. Para Platón la ciudad no la hacían los poetas, los artistas, a los que arrojaba de ella por cautivadores.
(continuará)
Coda: Qué curiosa coincidencia que urbs y civis en latín presenten desinencias incluidas en la clase mixta dentro de la tercera declinación.
Recodo: Aunque sólo sea por etimología, debería reformarse ya el estatuto de la guardia civil, para que fuese, por coherencia, la auténtica policía urbana, no la rural. Amén de no militar.

4:50 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Bart: Desde esta mañana Blogger fotut. Y lo de ‘El País’ es demencial. El enlace al artículo de opinión de M. Peralta no sale, si lo tiene mándemelo por correo, s.v.p. y el de Curtis lo sacan en colores y con apostilla cultilla. Hoy, viernes, veo en páginas de opinión, ‘civismo’, qué casualidad, por un sheriff. Y una entrevista con torpes preguntas al que no tiene trabas. Dejémoslo.
Se equivoca, no obstante, Curtis, porque no es arquitecto, él no puede enseñar Arquitectura con la historia. Y eso de que la arquitectura hable por sí misma es uno de los mayores lugares comunes que, utilizado ya en el manierismo y sobre todo en el iluminismo ilustrado, fue revivido por el estructuralismo de mitad del siglo pasado. En fin, Curtis tiene otros valores y un escribir no obtuso.

5:23 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Bart: Mejor que seguir expurgando. Le envío un añejo texto amplio que tiene muchas coincidencias con el suyo.

5:47 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Como de costumbre da gusto leerte, y tus páginas siempre aportan puntos interesantes que me hacen reflexionar.
Un abrazo.

8:57 p. m.  
Blogger Bartleby escribió...

Sr. Verle:
Yendo a definiciones poco poéticas de la arquitectura, hablemos de la que propone Alvaro Siza: un compromiso entre la topografía y la tecnología. La primera impresión es tan poco poética como la fonética de ambas palabras: topografía y tecnología.
Pero si se escarba y se entiende quién lo dice, uno de los arquitectos que mejor han comprendido el sentido humanista de la intervención arquitectónica en el espacio físico, Siza, se puede extender esa definición a la ciudad actual. La dificultad de crear ex novo lugar arquitectónico en espacios ya trillados por el urbanismo y la maraña de relaciones sociales, hace que el compromiso se convierta en negociación con el lugar y sus gentes, para evitar la invasión de la técnica.
Mucho peor que el pecado de funcionalismo que se atribuye a la arquitectura moderna es el de exhibición impúdica de capacidades técnicas. ¿Los materiales nos transforman y a ellos nos debemos?

12:03 p. m.  
Blogger Bartleby escribió...

Xiquet:
Respondiendo a tu amable comentario ha sucedido un parón general de estos artilugios que espero salvar ahora. Todo proyecto urbano (que merezca tal nombre) tiene mucho de relato, como los tuyos de los domingos en:
http://www.lacoctelera.com/elquiciodelamancebia
Animo a los paseantes a que se den una vuelta opor allí para su uso y disfrute. Yo, desde luego, acudiré mañana a hacer la disección de rigor.
Saludos, bart.

12:34 p. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

Bart: Corroboro lo dicho, entrevista en EP a Siza, titular: "Siempre pierdo dinero...".
Menos mal que en vivo y en directo no hay color.
(Buscando imágenes desesperadamente).

10:35 a. m.  
Anonymous Anónimo escribió...

La arquitectura es fiel reflejo de una forma de entender la vivienda, el poder o la fastuosidad.

Por eso nos encontramos sumergidos, salvo excepciones, en la vulgaridad arquitectónica, donde lo importante, a ser posible, es que las fachadas no exijan mantenimiento y que los estéticos aparatos de aire acondicionado muestren, cual banderolas de la derecha [extrema], nuestro ruidoso himno nacional [el compresor].

Formas de entender la vida. ¿Qué pasa? ¿Algín problema?

Al compás nuestros vecinos de la arquitectura jaimática, llegan en oleadas, subiendo al brujo en el ascensor.

---
http://www.lacoctelera.com/elquiciodelamancebia

11:12 a. m.  

Publicar un comentario

<< Principal