31 de agosto de 2008

A Rusia, a los asnos y a los otros

(*) Como por encima de todo este es un blog formal, la puntualidad, esa costumbre que te ata al tiempo pero civiliza. Salgo de sobrero, a temporada taurina terminada y -para más inri- al alba y sin islote que conquistar, así que entenderán ustedes la improvisación, que no tiene por qué ser licencia para cometer un crimen. De haberlo, que sea de menor cuantía.

Casi un mes desconectado del mundo, sin haberme enterado
más que de dos noticias históricas en periódicos muy locales, de ésos de campanario; por orden de casualidad, cronológico y de importancia personal: el triunfo de Carlos Sastre en el Tour de Francia (de cuando se le distinguía por país, como si hubiera otro) y la guerra relámpago entre Rusia y Georgia. La victoria de Sastre es la democratización definitiva del Tour, con la pérdida de épica que supone toda democratización. La invasión rusa de Georgia en respuesta a los pinitos de ese pequeño imperio (Sajarov) es la necesaria vuelta de Rusia a la política internacional, restableciendo una cierta disuasión mutua para compensar desmanes yanquis y frivolidades europeas. Cierto que una disuasión muy desequilibrada pero por algo se empieza recuperando costumbres caballerescas. Una reacción al duelo provocado por USA y Europa con los fichajes de Ucrania y Georgia para la OTAN.

Las guerras no sólo sirven para aprender Geografía (me suena esto de Ambrose Bierce) sino para olvidar la Historia y tener que repetirla con la aplicación y constancia de un mal alumno. Georgia no es sólo el efecto Kosovo sino las consecuencias de la balcanización europea y rusa de principios de los 90. Esa resistencia inútil,
cara y molesta al progreso de la aldea global que está significando el nacionalismo con espíritu de cercanías.

La asociación de esta guerra de medio pelo con el título de la obra de Chagall A Rusia, a los asnos y a los otros, está servida. Es verdad que se trata de un Chagall más onírico que simbólico (como tantos otros), o sea, más irracional que racional, por lo que no requiere ni puede proporcionar explicación. Pero sirve para identificar muy bien a Europa con los asnos y a Estados Unidos con los otros, aunque se haya traducido también por los demás. Chagall pinta este cuadro recordando la luz que entraba por su única ventana procedente de la cúpula de la iglesia ortodoxa de su pueblo, cuando era niño. Fantasía infantil y añoranza de imágenes cuya representación se prohibía en la tradición judía.
Unos muy europeos Rómulo y Remo mamando subvenciones de la vaca y la cabeza del mundo que salta del sentido común representado por lo cotidiano de la regadera.

(Chagall, A la Russie, aux ânes et aux autres, 1911)

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7 de agosto de 2008

Dobles parejas

(*) El arte tiene su lenguaje propio, como las matemáticas, la música, el ajedrez y los habitantes de La Gomera. El silbo gomero necesita un intérprete para ser entendido. Normalmente lo hace un lugareño espabilado, quien no permitiría que una marcha militar silbada colase como el silbo autóctono. Arte, música, matemáticas y ajedrez también tienen sus lugareños como intérpretes de sus respectivos lenguajes. Lenguajes propios no significa herméticos, salvo que esos traductores actúen como meros guardianes de sus correspondientes disciplinas. La endogamia de los oráculos hace estragos y devora una parte del proceso artístico (creación-admiración). En el arte evolucionan más las formas de los productos que los códigos del lenguaje, hasta el punto de que la forma llega a ser el lenguaje. Esto complica el entendimiento porque desaparecen las antiguas referencias externas (históricas, simbólicas, visuales), que eran claves reconocibles por el espectador. La forma reina y el lenguaje común se hace súbdito y, con él, el espectador, por mucho que se diga ahora que es coautor de la obra a través del proceso mutuo que es la contemplación.

El caso de las dobles parejas sirve como muestra de esta tendencia hacia la
invasión de la forma y, peor, del imperio del efecto:

















(Chris Jordan, 'Bi-polar' )





















(*) Publicado en Nickjournal 28 de julio de 2008.

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